Querida Madre Superiora…
Aún estoy algo abrumada por lo que ha acontecido en los últimos días, aunque realmente no he entendido del todo bien todo esto.
Le cuento, aunque se me puede notar que aún estoy nerviosa, todo me pasa por tener la manía de meterme en conversaciones ajenas. Realmente no sé si acudir al Padre Confesor o si dejarlo correr…, pero quería consultarle por si me puede ayudar…
Lo que sucede es que el otro día, cuando estaba haciendo mi ronda por el convento, encontré a un hermano que estaba hablando por teléfono en horas en que debería estar recogido en su celda rezando :twisted:, pensé que podría tratarse de algo verdaderamente importante como para interrumpir su rezos y pude alcanzar a oir algo así:
«… si te gustan los pepinos yo tengo de gran calidad…, sí, sí…, cuando quieras te doy…, ¿cómo te gustan?… sí, está duro…, precisamente lo estoy tocando «
La verdad es que me enfureció un poco que no estuviese en sus obligaciones para charlar sobre verduras, sin embargo, como hacía poco había probado un exquisito gazpacho de pepino, decidí preguntarle dónde los conseguía él.
Me acerqué y sucedió el siguiente cucha que te cucha:
Yo: Hermano, estaba dispuesta a recriminarle que estuviese aquí charlando pero no he podido evitar oírle hablar de pepinos y quería preguntarle…
Hermano: (con una sonrisa rara en su rostro) Sí, hermana, dígame…, ¿qué quería preguntarme?
Yo: He oído que usted tiene pepino de gran calidad
Hermano: Sí, eso dicen quienes lo prueban
Yo: Pues eso me interesa…
Hermano: Sí?
Yo: Sí, y a mí tampoco me gustan blandos, me gustan más bien duros.
Hermano: No te preocupes, eso te lo aseguro yo.
Yo: 🙂 ¡Qué bien!, a mí es que me encantan los pepinos y me los como enteritos!!
Hermano: A mí me gusta aún más que a usted le gusten hermana, jajaja
Yo: Pues he oído que disponía usted de un buen ejemplar a mano y que estaba duro, ¿podría probarlo? No me resisto a esperar 🙂
Hermano: De acuerdo, lo único,… que he oído que para certificar la gran calidad de lo que le ofrezco, sería necesario que vendase sus ojos, porque así se agudizan más sus sentidos y se potencia el disfrute ante lo inesperado.
Yo: Uhm, sí? qué raro? Bueno, en alguna cata de vino he visto que a los catadores le vendaban para potenciar el sentido del olfato y del gusto…, pero para un pepino…, es la primera vez que lo oigo, pero bueno…, y ¿con qué me vendo los ojos si no dispongo de ningún pañuelo a mano ni nada?
Hermano: Hermana, no se ofenda con lo que le voy a comentar, no se lo diría si verdaderamente no supiese lo que va a disfrutar, pero me atrevería a proponerle que si bajo su casto hábito lleva unas braguitas, pues que se las quite y las ponemos como venda.
Yo: ¡Qué cosas más raras me propone usted hermano, pero bueno, ya ante tanta intriga y ceremonia voy a seguirle el juego, aunque me temo que con esto poco me puede vendar los ojos 😈 (dije mostrándole mi tanguita)
Hermano: Eh…, bueno, pues quizás podamos usarlo de cuerda –dijo mientras me lo arrebataba-,y con su sotén le tapo los ojos –dijo sudoroso, tembloroso y con una sonrisa pícara
Me doy la vuelta, me quito el sostén y se lo entrego. Él me venda los ojos y me dice que nunca habré probado nada igual y que me va a enseñar diferentes maneras de tomarlo.
De pronto, noto que se aproxima y oigo que me indica que abra la boca. Ciertamente no es como ningún pepino de los que había probado antes, sin embargo, me gustó y quise probarlo por los diferentes sitios de las diferentes maneras que me indicaba él.
Y madre…, me gustó…, y quise repetir…, es más…., llevo repitiendo algo más de 1 semana, pero por la satisfacción de ambos decidí quitarme un día la venda…, y descubrí el pastel…

Realmente no se trataba de ninguna verdura…, pero…, ¿algo que da satisfacción puede ser pecaminoso? ¿Me confieso ante algún padre?
Con cariño, una hermana indecisa.
Nota: Este relato forma parte de un ensayo para un concurso de relatos eróticos. Todos los personajes son fictícios, aunque esté ambientado, cómo no, en el querido convento.
Lucy