«Una adolescente se había enamorado locamente de un apuesto fraile y con tal de estar cerca de él se inventaba los pecados más asombrosos que jamás se habían oído.
Se dio cuenta de que cuanto más atroces eran sus mentiras, más hablaba él y más tiempo podía estar a su lado. La pobre no cesaba en su empeño, soñaba con el momento en que él la interrumpiera para declararle su amor.
El cura no sabía qué hacer para guiar a la chica por el buen camino; la penitencia solía ser de dos padrenuestros y tres avemarías, pero ella siempre volvía a sus andadas. Los cada vez más frecuentes pecados escuchados la habían convertido en la pecadora más rápida y temible, un caso a llevar ante la curia.
Un día ella acudió a la capilla dispuesta a conseguir todas las atenciones de su amado. Le contó que había hecho suyo todo un cuerpo, unos sesenta hombres del cuerpo de bomberos de su barrio.
Desde el confesionario el fraile observaba a todos los devotos que se acercaban, vigilaba en todo momento la entrada a la capilla ya que tenía que entregar con urgencia una carta.
Cuando vio aparecer al feligrés que esperaba, despidió rápidamente a la muchacha y sin pensar lo que decía, le puso como penitencia hacerlo unas cincuenta veces más. La chica lógicamente se quedó confundida.»
Basado en un fragmento de una novela de la escritora colombiana Ángela Becerra.
Blanca
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